Auge, consumo y escasez de la lechuguilla

Por Faridy Bujaidar 

La patrimonialización de diversas bebidas destiladas mexicanas a través de Denominaciones de Origen ha contribuido en el incremento de su producción, consumo y demanda dentro y fuera de México. Sin embargo, existen otras bebidas de este tipo que a pesar de no estar “patrimonializadas” están experimentando un auge comercial.

La lechuguilla es una bebida destilada elaborada sobre todo en la Baja Tarahumara, que sigue siendo “invisible” institucionalmente, ya que su producción y circulación se ha desarrollado históricamente en el clandestinaje y la informalidad[1].

Pese a esta omisión institucional, en años recientes el consumo, la demanda y la producción de la lechuguilla ha experimentado un auge comercial que tiene diversas implicaciones. Por un lado, el aumento en la demanda posibilitó incrementar su precio de venta, creando mejoras económicas para las familias productoras en una región donde las oportunidades de desarrollo económico son muy limitadas. Por otro lado, el ritmo de producción se ha acelerado, presionando las calidades tradicionales y generando la sobreexplotación del entorno ecológico y la consecuente escasez de plantas.

Específicamente en el municipio de Batopilas, la demanda de esta bebida en los últimos cinco años ha provocado que las formas de aprovechamiento tradicional de las plantas se flexibilicen para abastecer la creciente demanda. Estas formas de aprovechamiento constituyen todo un compendio de conocimientos transgeneracionales que han permitido dar continuidad histórica la elaboración de la lechuguilla, que es también una actividad económica complementaria para algunas familias que habitan esta región[2]. 

El 17 de mayo viajé a la sierra de Batopilas acompañada de Gregorio y Tavi, ambos productores de lechuguilla, para visitar a otros productores. Una de nuestras paradas fue en la vinata de Cebadilla que tiene 70 años de antigüedad, según el testimonio de Lázaro, que también es productor de lechuguilla. La vinata está ubicada en la sierra que divide a los municipios de Urique y Batopilas, está enclavada en un rincón de tierra y cantera rodeado de pinos; sobre las piedras está tallada una tina de fermentación y un hoyo más pequeño que sirve para machucar el maguey cocido que también es llamado mezcal. 

Frente a las canteras está instalado el sistema de destilación conocido como “tren”, integrado por una caldera que sirve para aplicar el fuego, sobre esta va el barril de madera donde es depositado el mosto fermentado del maguey. El barril está tapado por un cazo de cobre que es el material usado para enfriar los vapores del barril por medio de la caída del agua que llega a través de manguera y/o cañitas de madera.

Fotografía 1En primer plano, el horno de cocción para el maguey, en segundo plano la caldera que calienta el barril.

Fotografía 2.  Tina de fermentación tallada sobre piedra en la vinata de Cebadilla. Autoría: F. Bujaidar.


Video 1. Instalación del tren. Autoría: F. Bujaidar.



Cuando llegamos Arnoldo estaba cociendo[3] la lechuguilla, sentado junto al tren, platicamos un poco y aproveché para hacerle una entrevista, él, amablemente accedió, pero mi grabadora estaba descargada. Sentí vergüenza por el descuido, pero este descuido me motivó a registrar con video la entrevista. Arnoldo tiene 26 años, estudió “nomás hasta primero de secundaria” y actualmente la producción de lechuguilla es su principal actividad económica, aunque también siembra frijol, maíz y tiene unas “vaquitas”. Arnoldo dijo haber aprendido a elaborar la lechuguilla “con los que saben”, es decir, con los señores, quienes recibieron de otras generaciones los conocimientos necesarios para hacer esta bebida. Estos conocimientos son inconmensurables, pero engloban entre otras cosas saberes sobre el territorio, los tipos de plantas disponibles, sus anatomías y expresiones de maduración, sobre las temporadas del año y sobre procesos de elaboración.

La grabación fue descuidada pero las descripciones fueron sustanciosas. En la entrevista describe los procesos para elaborar la lechuguilla, “tiene su derivado”, dice, para referir la dificultad de este trabajo, habla también del “maguey bravo”, que engloba al maguey verde y al maguey cenizo como dos variedades locales utilizadas para la elaboración de la lechuguilla. También explica algunas variantes en relación con los rendimientos como las temporadas del año, y que “esté jalando bien todo el negocio” para aludir a un proceso óptimo de producción: “…horita ya está taladón… de hecho, horita está muy batalloso, ya no hay mezcal”, me dijo Arnoldo para explicarme porqué están completando las tatemas con maguey cojoyudo.

El maguey cojoyudo es aquel que no ha sido capado, y su uso da por resultado menos rendimiento por la poca concentración de azúcares de la planta: “vamos a tener que trasplantar por ai, a ver qué hacemos”, me dijo. Actualmente el programa “Sembrando Vida” está apoyando a sembradores de esta y otras localidades en la reproducción de la lechuguilla, sin embargo, estas reproducciones tienden a los monocultivos por zonas, opacando el uso y manejo biocultural de distintas especies de agaves; esta omisión por parte de este programa posiblemente está relacionado con la falta de socialización de los conocimientos sobre el tema.

Cuando le pregunté a Arnoldo a qué le sabe la lechuguilla me respondió: “muy fuerte”, y me dijo que él no la toma para emborracharse. Sobre los aromas me respondió: “…huele muy bonito, como a dulce, como si fuera dulce el aroma… llega lejos… ¿Cómo le diría? Como cuando va llegando a una mata que tiene fruta… un aroma tropical frutal”, dijo, tratando de explicar el aroma de la lechuguilla. También le pregunté por “lechuguillas malas”, a lo que él me respondió que a veces “no sale bien el trabajo”, entonces la lechuguilla sale “amarillita”, deja de saber fuerte, “sabe desabrida, como si la hubieran rebajado con agua… no le gusta a la gente”.

Video 2. Entrevista a Arnoldo. Por: F. Bujaidar.


Pareciera que el consumo globalizado de bebidas destiladas mexicanas tiene sus propias pautas de calidad que apuntan a la disolución de calidades tradicionales con el propósito de abastecer a grandes masas: “el bautizo” (es decir, la adición de agua a un producto líquido con el afán de hacerlo rendir), así como la intervención de ingenieros químicos capaces de manipular sabores y mejorar rendimientos en sus laboratorios empleando tecnologías moleculares, son prácticas en tendencia entre bebidas destiladas mexicanas que están entrando en el mercado internacional, y aunque la lechuguilla de Batopilas sigue produciéndose artesanalmente y a pequeña escala, los parámetros locales de calidad se están flexibilizando para hacer frente a su creciente demanda, comprometiendo la biodiversidad del agave en la zona, su bioculturalidad y una posible vía para el desarrollo económico local.

El boom de bebidas destiladas mexicanas está implicando cambios importantes en las formas de producir, comercializar y consumir, modificando los controles locales de calidad, amenazando la sostenibilidad ecológica de las plantas y poniendo en riesgo su biodiversidad. Frente a este escenario, yo me pregunto ¿es posible mantener las calidades tradicionales frente a un consumo cada vez más globalizado? ¿la disolución de calidades es un sello del mercado global? ¿por cuánto tiempo se puede sostener la producción de lechuguilla en relación con la disposición ecológica de las plantas? ¿qué va a pasar con la lechuguilla?

Para leer más sobre la lechuguilla:

http://bocanadasdelnorte.blogspot.com/2021/11/lechuguilla-historias-recuerdos-y.html  



[1] A le fecha, es escasa la información institucional o académica que nos hable sobre la biodiversidad del agave en la Sierra Tarahumara y sobre su importancia cultural, no se diga ya sobre elaboración de la lechuguilla.

[2] Cabe destacar que según el Índice de Rezago Social (IRS) 2022 del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social, Batopilas se encuentra dentro de los nueve municipios con mayor rezago social en el país, dato que señala la emergencia de atender las necesidades y problemáticas en dicho municipio.

[3] La cocida es cuando el mosto fermentado se destila por primera vez; a la segunda destilación se le llama resaque. 


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