Lechuguilla: historias, recuerdos y sabores
Por Faridy Bujaidar
Recuerdo en mi lejana infancia en Jiménez, una botella
de refresco llena con lechuguilla, algunos tíos hablaban de esta bebida con
cierto asombro y “respeto” asociado con su alta concentración etílica. Años
después, ya siendo una joven universitaria puse más atención a la lechuguilla a
partir de mi convivencia con una familia batopilense. Guille (quien fue mi
compañera durante mi breve temporada como estudiante de la licenciatura en historia),
su esposo y sus hijos me acogieron como un miembro auténtico de su familia. En
sus reuniones familiares Guille y algunas de sus hermanas se tomaban un
caballito de lechuguilla mientras conversaban con gusto y nostalgia trayendo a
la mesa recuerdos sobre Batopilas.
Pero bueno ¿Qué es la lechuguilla? Esta palabra se
utiliza para expresar al menos cuatro cosas diferentes; primero, es un
expresión coloquial usada históricamente para aludir a varios tipos de agaves o
magueyes mexicanos
1. Maguey verde,
una de las variedades utilizadas para la obtención de lechuguilla. Fotografía:
F. Bujaidar
La lechuguilla (refiriéndome a la bebida espirituosa),
y en general las bebidas destiladas de Chihuahua, son un tema aún inexplorado
por las ciencias sociales, sin embargo, puedo rescatar algunos datos,
contextos, narraciones y prácticas bastante interesantes sobre su circulación y
consumo en la Baja Tarahumara a través del tiempo. Es necesario precisar que en
las narraciones históricas se usa el término “mezcal” para referirse
indistintamente a las bebidas destiladas, es decir que, no hay una distinción
clara entre “sotol” y “lechuguilla”, aunque por el clima, la disposición
ecológica y las prácticas culturales actuales, entiendo que en la sierra se han
elaborado sobre todo bebidas destiladas a partir del agave, mientras que en las
zonas áridas se ha producido sobre todo sotol.
Existen registros de que la elaboración de mezcal en
la Baja Tarahumara se remonta hacia mediados del s. XVIII por parte de algunos
misioneros jesuitas
2. Vestigios de la
hacienda de San Miguel, habitada por la familia Sheperd hacia finales del s.
XIX e inicios del s. XX. en Batopilas. Fotografía: F. Bujaidar.
El texto de Don José Sánchez Pareja, marcado por su ética cristiana, nos narra sobre los sábados de “raya” en Batopilas, en que los hombres recibían sus pagos para proveer sus necesidades y “fomentar sus vicios”. Nos cuenta de los “amigos” (para el autor, “amigos” es una palabra vulgarizada que refiere a individuos cualquiera) que se reúnen a embriagarse y contar sus confidencias, cuando después: “la plebeya musa los inspira, y con desaforados descordes y estridentes gritos, entonan, si fuera posible, lo que llaman ‘canciones’, a veces lúbricas, casi siempre amorosas, otras sentimentales y patéticas; ¡pero qué sentimentalismo!”
3. Fachadas desde
la plaza principal de Batopilas. Fotografía: F. Bujaidar.
Mientras que, Carl Lumholtz (que, por cierto, durante
su estancia en Batopilas fue recibido por A. Sheperd), influenciado por sus
intereses antropológicos hacia lo étnico, observa sobre todo el uso del mezcal
como una herramienta usada por algunos “mexicanos” para sacar provecho de los
indígenas, aunque no dejó pasar una receta de pato inventada por uno de sus
acompañantes de origen chino que incluía: “sebo de venado y residuos de
duraznos, uvas y cáscaras de naranja, y nos lo sirvió con salsa de azúcar y
mezcal”
Por su parte, Grant Sheperd, en su libro
autobiográfico alude al mezcal en numerosas ocasiones dando testimonio de la
vida cultural de esta bebida. Narra su expendio en los “chimilcos” (o
tienditas) junto a otros productos de la despensa básica como el frijol, el
azúcar, el café, la sal, las velas y los cerillos. También evoca varios
contextos en que se usaba y consumía: era usado como medicina contra el
resfriado acompañado de unos granos de quinina; de su consumo a modo de
aliciente durante las pesadas jornadas de trabajo en las minas; para los largos
trayectos por los accidentados caminos de la sierra; y, además, son nutridas
sus cómicas narraciones sobre su uso lúdico y recreativo en fiestas, bailes y
reuniones casuales.
Fuera del ejercicio imaginario brindado por estas
narraciones, aún queda pendiente hablar sobre las personas que le dan vida y
continuidad, así como relatar la importancia cultural de la lechuguilla con
relación al mantenimiento y desarrollo de las economías locales, así como de
sus usos, la construcción de su calidad y de sus múltiples valores culturales.
4. Paisaje de
Batopilas. Fotografía: F. Bujaidar.
Pero atendiendo a lo que nos preocupa en este blog: ¿A
qué huele y a que sabe la lechuguilla? La respuesta más fácil (y no por eso
certera), es decir que huele y sabe a maguey cocido, que resbala cálida y
espesamente por el paladar dejando a veces impresiones dulces, lácteas,
perfumosas, ahumadas, otras más ácidas o picantes, etc. Todas estas impresiones
dependerán no solo de las plantas, la temporada, los procesos y también a la persona
que la hace, sino que también dependerá del estado de ánimo y las experiencias
propias de quien la bebe.
Personalmente, gozo de cargar muestras de bebidas para compartir con mis amistades y preguntarles sus impresiones, las respuestas siempre son creativas y atienden a sus propias historias de vida. Por mencionar un ejemplo, de la lechuguilla de Tavi Torres, de Batopilas, mis amistades dijeron que sabe a “perfume de hombre” (Marta dixit), a “tabaco dulce” (Janis dixit), a “piña madura”, “agave cocido” y “pimienta” (Saúl dixit); pero cuando Cristina (colaboradora de este blog) le preguntó a Hilda Torres a qué huele la lechuguilla de su familia, Hilda no tardó en responder que la transporta “al rancho” en Batopilas: su olor constituye también un espacio en su memoria personal y la de su familia.
5. Perlado de la
lechuguilla. Fotografía cortesía de Tavi Torres.
Pero ¿Cuál es la importancia de hablar sobre los
sabores, los olores y sus evocaciones? Poner atención a las impresiones y las expresiones
usadas por los productores de lechuguilla, sus familias y los consumidores
locales puede constituir una herramienta metodológica interesante a la hora de comprender
las construcciones locales de calidad y cuidado, que también nos servirá a la
hora de relatar su importancia. Ese es el siguiente paso por dar sobre el tema.
Referencias
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2006. El México
Desconocido. México D.F.
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Memoria sobre el maguey mexicano y sus
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“La industria del bacanora: historia y tradición de resistencia en la sierra
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Textos de la Nueva Viscaya. Textos para
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Chihuahua: Centro Librero la Prensa.
Zeschan Noamira, José
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instructiva: Memoria sobre el maguey o agave mexicano. México: Uribe y
Alcalde, Tomás.
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