La inmoralidad del moral

Por Faridy Bujaidar

Hace cuatro meses regresé a vivir la cotidianidad chihuahuense y tuve la oportunidad de presenciar el inicio de la primavera. En mis andares de calle en calle observé como empezaban a crecer pequeñísimos racimos en los árboles de moras, evento que despertó mi memoria y me hizo sentir inquieta. Recordé que los adultos decían que las moras tienen bichitos y gusanos, por eso no hay que comerlas, pero ¿no todos los frutos tienen bichos? Llegué a escuchar que eran comestibles después de la tercera lluvia, pero casi siempre se caían al piso antes de ver llegar a las lluvias; pensaba ¿por qué esperar a las lluvias? ¿tienen un efecto mágico que las purifica y las vuelve dignas? Pese a los regaños muchos las comimos entre nuestros juegos de infancia, lavadas o sin lavar y terminábamos morados. Algunos vecinos cortaban los morales de sus casas porque manchaban el piso; también recuerdo lo absurdo que me parecía todo esto: si recolectaran las moras no habría manchas en el piso. Suena a una contradicción semántica, pero el moral es inmoral entre los chihuahuenses.

Las moras del norte son el fruto del moral (morus nigra) y de la morera (morus alba)(Coromines 1973, pág. 402), la palabra proviene del latín mora y comparte su raíz con otras palabras como morado, móreo y amoratado (Ib.); los frutos de la primera son oscuras y las segundas son blancas. Y, aunque hay estudios que demuestran que sus frutas son fuentes ricas en vitamina C y en antioxidantes, deben tener otros usos potenciales. Sin embargo, en Chihuahua se desaprovechan, de hecho, en muchas ocasiones estas pequeñas frutas son consideradas como un estorbo (Ercisli y Orhan 2007; Naderi et al. 2004).

Y, aunque el fruto es muy perecedero, un rasgo distintivo en la alimentación norteña es el uso de técnicas de conservación: la carne seca, la preparación de dulces, envasados en almíbar, salmuera y los encurtidos son algunos ejemplos. Sin embargo, algunos alimentos como las moras, las flores de yuca, los magueyes, los azofaifos, los higos, los dátiles, las pingüicas, los chabacanos y los tecomblates son algunos frutos con poco o nulo valor de uso en Chihuahua, esto a causa de creencias fundamentadas en ideas higienistas y desconocimientos ecológicos que propician hábitos arraigados sobre un consumo industrial desmesurado.

Decidí socializar mi inquietud para conocer otras experiencias entre algunos conocidos. Pregunté a algunos conocidos si las comen, si las lavan, si de niños los regañaban por comerlas y si alguna vez se enfermaron por ello. Casi todos mis amigos chihuahuenses declararon haberlas comido durante la infancia sin lavarlas pese a la advertencia de los adultos, aunque en su adultez ya no las consumen; dos amigas dijeron no haberlas probado nunca debido a las advertencias de sus padres, una de ellas dijo impedírselo a sus hijos; una más declaró comer solo las que son compradas el super pues su abuela le decía que eran venenosas; dos amigas dijeron que no les gustan porque manchan; sólo una persona me dijo haberlas cosechado en compañía de sus padres.

Otros amigos que viven en Xalapa, Veracruz y en Zamora, Michoacán me contaron que siempre han comido moras sin ningún tipo de advertencia sobre ellas. Las moras que crecen allá provienen de un arbusto, la zarza (rubus ulmifolius), y su forma es más robusta, su textura más consistente y el sabor más ácido. Dos amigos extranjeros mostraron sorpresa frente a mi cuestionamiento, ya que ambos dijeron que en sus entornos es común su recolección, su compra y su consumo.

Desconozco la historia de los morales en Chihuahua, no sé cuándo fueron introducidos ni con qué propósito, pero Jesús Vargas me contó que la siembra extensiva de los morales en el estado fue por iniciativa de un gobernador, aunque este fruto no ha sido muy apreciado por los chihuahuenses. Y es que en estos tiempos sólo hace falta un poco de curiosidad para acceder a recetas con moras: existen licuados, aguas de sabor, fermentos, vinos, mermeladas, pasteles… si nos quisiéramos poner creativos seguramente las moras son una excelente fuente para obtener pigmentos naturales.

Los chihuahuenses poco hemos explorado sobre el aprovechamiento alimentario de recursos locales, pareciera que nos conformamos con harinas y carne. No puedo evitar relacionar este asunto con algunos imaginarios de nuestra identidad, plagada de discursos sobre el esfuerzo sobrehumano para sobrevivir en un desierto áspero y duro en el que no crece nada, pero la verdad es que crecen muchas cosas, pero no nos hemos detenido a observar con atención las bondades de nuestro entorno ecológico, nos ha faltado curiosidad y creatividad. No hay que ser apáticos, esta es una excelente primavera para probar las moras, para saborearlas, redescubrirlas y compartirlas.

Bibliografia 

Coromines, Joan (1973): Breve diccionario etimológico de la lengua castellana. 3ª ed. muy rev. y mejorada. Madrid: Gredos.

Ercisli, Sezai; Orhan, Emine (2007): Chemical composition of white (Morus alba), red (Morus rubra) and black (Morus nigra) mulberry fruits. En: Food Chemistry 103 (4), pág. 1380–1384. DOI: 10.1016/j.foodchem.2006.10.054.

Naderi, Gholam Ali; Asgary, Seddigheh; Sarraf-Zadegan, Nizal; Oroojy, Heshmatallah; Afshin-Nia, Farsad (2004): Antioxidant activity of three extracts of Morus nigra. En: Phytotherapy research : PTR 18 (5), pág. 365–369. DOI: 10.1002/ptr.1400.


Foto: Fer Castro

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