Ciencia y pasteurización: vida y muerte social de los quesos chihuahuenses

Parte 1.

Por Faridy Bujaidar

Durante mi infancia en Jiménez, Chihuahua, en la década de los 90´s todas las mañanas pasaba Roberto Acosta y sus hijos Alfredo y Darío a vender leche bronca; diariamente pasaban mañanas y tardes por los ejidos de Jacobo, El Triunfo, Las Playas y la Hacienda de Dolores para comprar leche. Alrededor de las siete de la mañana se escuchaba su camioneta pasar frente a la casa, cargada de tambos lecheros de zinc. Teníamos que salir temprano con nuestros propios recipientes, ya en casa, hervíamos la leche y de ella obteníamos nata, requesón y jocoque, uno de los manjares más apreciados en mi familia. Pasaron los años y casi de manera desapercibida dejaron de pasar. Por aquel entonces también hubo una campaña contra el cólera, que implicó reemplazar el agua de la llave que proveía el servicio público para comenzar a beber agua purificada ofertada por empresas privadas.

Fotografía 1. Queso Chihuahua elaborado por Eloísa Acosta en Jiménez. Autoría: Griselda Ávila Aguilar

Fotografía 1. Queso Chihuahua elaborado por Eloísa Acosta en Jiménez, Chihuahua. Autoría: Griselda Ávila Aguilar

Fue hasta años recientes, que, en una plática con mi madrina, Eloísa Acosta, hermana de Alfredo y quesera de oficio, me contó sobre los cambios en las políticas públicas que frenaron la venta y distribución de la leche bronca, así como su uso como materia prima para la elaboración de otros productos como el queso. Cabe destacar que el proceso de pasteurización mata a microorganismos que participan en la fermentación de la leche y, por consiguiente, modifica la textura, el sabor y los compuestos volátiles que determinan los olores, por lo que esta charla me hizo cuestionarme de qué manera incide el quehacer científico en las políticas públicas y en los olores y sabores de los que disponemos en nuestra vida cotidiana. Si bien, la ciencia ha constituido un motor para el desarrollo de múltiples conocimientos, tecnologías y ha aportado para la resolución de diversas problemáticas sociales, pocas veces nos detenemos a reflexionar sobre las transformaciones que los científicos efectúan en el mundo, y de cómo sus hallazgos también están se relacionan con intereses económicos y políticos que tienen implicaciones culturales. 

Fotografía 2. Equipo para la pasteurización de la leche. Autoría: Eloísa Acosta.


En este texto hago una breve reflexión para introducir al lector sobre la vida y la muerte social de diversos quesos en el estado a partir de una revisión literaria y normativa fundamentada en la ciencia. Parto de que su vida social inicia desde con la implementación de diferentes conocimientos para su elaboración, su circulación y su consumo, así como los gustos y valores asignados a sus expresiones materiales que se vuelven tangibles a través de sus diferentes consistencias, texturas, colores, olores y sabores. Sobre su muerte social, me refiero a la desaparición de diferentes expresiones de estos quesos artesanales que fueron parte de la vida cotidiana en el estado, en este caso en Jiménez, como el queso fresco o ranchero, de chiva, el asadero y que ahora no son tan comunes.

Históricamente, la elaboración de diferentes productos alimenticios a base de fermentos en espacios rurales, los pobladores llevan a cabo una serie de prácticas de limpieza y cuidados específicos en sus espacios de trabajo (muchas veces en espacios abiertos) que les permite cultivar, preservar, reproducir y manipular con diferentes propósitos a las levaduras que participan en la generación de texturas, olores y sabores distintivos de que hacen referencia a las localidades donde se producen e incluso a las familias que las preservan, y a través de la ciencia, se han podido identificar diferentes microorganismos que generan distintas enfermedades en los seres humanos, generando políticas públicas dirigidas a la modernización e higienización de los espacios, descartando otras formas de control de los microorganismos.

A mediados del siglo XIX en los círculos científicos de Francia en los que dominaba la química de Liebig, la fermentación era explicada a través de la química apelando tan solo a la degradación de sustancias inertes (Latour 2001); las técnicas de control social abarcaban sistemas de saneamiento en esferas domésticas, generando una obsesión por el anticontagio a través del aire esbozando un modelo de ansiedad, vigilancia e intervención social (Corbin 2005). Hasta que, Louis Pasteur mostró que la fermentación láctica es correlativa a la vida y que la levadura es un organismo vivo; este acontecimiento científico evidenció que los fabricantes de quesos cultivan microorganismos en un medio que proporciona nutrientes al fermento, los cuales varían, se modifican y adaptan en entornos donde compiten con otros microorganismos, donde la neutralidad alcalinidad, acidez o composición química que está presente en los líquidos puede favorecer o entorpecer el crecimiento de los fermentos (Latour 2001).

La nueva óptica pasteuriana considera a la polución como una elaboración progresiva, por lo que nació la nueva higiene pública que aspira la desinfección total del espacio y la sociedad; hacer los desechos invisibles e inoloros; preservar a la población de su contacto; por lo que la revolución pasteuriana ejerció una gran influencia acerca de las representaciones y las estrategias políticas, sociales y psicosociales (Corbin, 2005). Y, aunque la revolución pasteuriana contribuyó en las formas de comprensión y control de microorganismos, las políticas públicas higienistas se desarrollaron a partir de una visión de modernización y erradicación, ocasionando el desplazamiento de una multiplicidad de conocimientos y actividades económicas llevadas a cabo en espacios rurales, privilegiando a sectores sociales que económicamente estaban ya favorecidos para el desarrollo industrial.

Fotografía 3. Quesos en refrigeración. Autoría: Griselda Avila Aguilar.


En México, la implementación de este tipo de políticas ha sido la causa de tensiones entre diferentes productores con las autoridades, como lo es el caso de los productores de queso Cotija en Michoacán[1], que a pesar de ser un queso crudo (es decir, elaborado con leche sin pasteurizar) ha demostrado tener altos niveles de proteína, grasa y baja acción acuosa que le permiten conservarse a largo plazo (Zuñiga y Quirasco, 2007). Y es que, la Norma Oficial Mexicana NOM-251-SSA1-2009, Prácticas de higiene para el proceso de alimentos, bebidas o suplementos alimenticios, se especifica el rechazo a productos elaborados con leche sin pasteurizar. La norma tiene por propósito establecer requisitos mínimos en las prácticas de higiene en los procesos de elaboración de alimentos, así como sus materias primas para evitar su contaminación, especificando recomendaciones sobre las instalaciones y áreas de trabajo, la infraestructura, las herramientas, el control del agua, de plagas, almacenamiento, la higiene personal, manejo de residuos, control de envasado de materias primas, etcétera, y esta norma tiene carácter obligatorio para los lugares donde se elaboran productos alimentarios artesanales e industriales (COFEPRIS, 2009).

La falta de cuestionamiento y reflexividad en torno a la complejidad de los conocimientos científicos, sus caminos transversales y su continua transformación impone una desconexión con sus estratos sicológicos, ideológicos y culturales; una posición tan poco realista que solo es posible explicar por motivos políticos (Latour, 2001); por ello, debemos replantearnos generación de relaciones entre las disciplinas científicas, amarrarlas lo más posible a lo colectivo en un afán de beneficio social que nos permita dialogar horizontalmente a los investigadores con pobladores comunes en un afán de construir formas dialógicas de conocer, en este caso sobre los quesos, que permita abrir nuevas brechas de desarrollo económico y culturalmente diverso que ponga en relieve la riqueza cultural a través de los aromas y sabores del campo.

(Continuara...)

Referencias

COFEPRIS (2009). Norma Oficial Mexicana NOM-251-SSA1-2009. Diario Oficial de la Federación. https://www.gob.mx/cms/uploads/attachment/file/168389/FOLLETO_ALIMENTOS_NOM-251.compressed.pdf

Corbin, A. (2005). El perfume o el miasma: El olfato y lo imaginario social (C. Vallé Lazo, Trad.) (1a ed., 2a reimpr). Sección de obras de historia. Fondo de Cultura Económica.

Latour, B. (2001). LA ESPERANZA DE PANDORA: Ensayos sobre la realidad de los estudios de la ciencia (Tomás Fernandez Auz, Trad.). Gedisa.

Zuñiga, A. y Quirasco, M. (2007). IDENTIFICACIÓN DE LA MICROBIOTA PRESENTE EN EL QUESO COTIJA POR METODOS MOLECULARES. Sociedad Mexicana De Biotecnología Y Bioingeniería. https://smbb.mx/congresos%20smbb/morelia07/TRABAJOS/Area_VI/Orales/OVI-18.pdf



[1] Para saber más puede consultar el episodio “Queso Cotija y la revaloración de productos regionales”, de Larousse Cocina, disponible en: https://fb.watch/wsw6kASIFY/    



Comentarios

Entradas populares de este blog

Mexican spirits: terroir del Negev y otras infamias

Un patrimonio clandestino: estigma del alcohol artesanal en Chihuahua

Conocimiento y comunidad en la Primera Feria del Maíz en El Majoy