Ciencia y pasteurización: transformación quesera a través de las políticas públicas
Parte 2
Por Faridy Bujaidar
Eloísa, de 60 años, creció viendo a su padre Roberto
Acosta recorrer los caminos desde la Hacienda de Dolores hasta la ciudad de
Jiménez (Chihuahua) en bicicleta, transportando la leche obtenida de sus vacas
para su venta. Tras el fallecimiento de su madre en la década de 1990, Eloísa
asumió un rol más activo en el negocio familiar, acompañada por sus hermanos
Darío y Alfredo. Durante aquellos años, recorrían las calles a bordo de una
camioneta, ofreciendo leche depositada en baldes lecheros. La demanda creciente
los llevó a adquirir leche de diversas localidades, como Jacobo, la Hacienda de
Dolores, el Triunfo y Las Playas, para abastecer el mercado en la cabecera
municipal.
Fotografía
1. Camioneta de Alfredo, utilizada para trasladar leche,
alfalfa y demás. Autoría propia.
Con la muerte de su padre, los hermanos tomaron la
dirección del negocio, vendiendo leche a distintas empresas que transformaban
la leche en leche evaporada. Sin embargo, los compradores no compraban en
temporada de calor, lo que generaba incertidumbre en la estabilidad económica
del negocio. En ese contexto, un trabajador vinculado a la producción de queso
les sugirió que incursionaran en la elaboración quesera.
La oportunidad llegó cuando se puso en venta el equipo
de una quesería que llevaba años inactiva. Al enterarse de la oferta, Eloísa y
Darío acudieron al rancho para adquirir tinas, moldes, prensas y mesas de
trabajo de madera, iniciando así una nueva etapa en su trayectoria productiva.
Los primeros intentos fueron improvisados. Elaboraron
150 litros de queso en el patio de su hogar, cubiertos por una lona y un hule
para resguardarse. La persona que debía asesorarlos nunca llegó, lo que los
obligó a trabajar con nula experiencia y aquella noche produjeron su primer
cuadro de queso, demasiado duro debido al exceso de calcio, pero aun así
lograron venderlo.
A la mañana siguiente, su asesor apareció, y comenzaron
a hacer quesos con la guía de un quesero. Con el paso del tiempo, fueron
perfeccionando el proceso y fueron ampliando la producción, pasando de 200 a
800 litros de leche diarios, consolidándose como productores de queso. Lo que
comenzó como una actividad de comercialización de leche se transformó en una
empresa quesera familiar, adaptándose a los cambios del mercado y fortaleciendo
el legado productivo de la familia Acosta en Jiménez.
Fotografía
2. Paisaje desde la casa de Alfredo Acosta en la Hacienda de
Dolores en Jiménez, Chihuahua.
De la leche a la masa y suero: la elaboración del
queso
El queso es el resultado del procesamiento de la leche
a través de su fermentación. En este proceso, los fermentos lácticos y el cuajo
(una enzima de origen animal o vegetal) provocan que la caseína (proteína de la
leche) se solidifique y se separe del suero. Coloquialmente, a este fenómeno se
le llama “cortar la leche” y dependiendo del tipo de queso que se quiera
obtener en esta fase los queseros definen su textura y firmeza. Por ejemplo, el
queso ranchero requiere precisión, paciencia y fuerza, ya que la masa láctea tiene
que batirse hasta lograr la textura ideal: un granulado fino, firme y uniforme.
El sabor y aroma del queso son el resultado de
múltiples factores, entre ellos la acción de microorganismos que transforman
sus componentes a nivel químico. La composición microbiana que interviene en la
fermentación de la leche influye directamente en el perfil sensorial del queso,
así como el manejo de estos microorganismos a través del control de la
temperatura, el uso de herramientas específicas y el tiempo de fermentación. Este
proceso puede interrumpirse mediante la refrigeración o la adición de conservantes,
como la sal, que regula la actividad microbiana y contribuye a la estabilidad
del producto final.
Fotografía
3. Tarros de leche. Autoría propia.
Eloísa elabora queso “Tipo Chihuahua” y obtiene 30 kilos a partir de 300 litros de leche. Sin embargo, si la leche ha sido adulterada ("bautizada"), la producción se descompensa, por lo que usa un analizador para descartar posibles adulteraciones. Además del queso, de esos 300 litros quedan alrededor de 240 litros de suero, que puede aprovecharse en la elaboración de requesón. Con ayuda de una máquina, se pueden extraer entre 8 y 9 kg de requesón. El suero restante se vende como alimento para ganado.
El queso que elabora Eloísa es queso “Tipo Chihuahua”
que la Norma Mexicana NMX-F-209-1985 define como:
“El producto obtenido a partir de
leche pasteurizada entera de vaca, sometido a procesos de coagulación, cortado,
desuerado, fermentado, salado, prensado y madurado durante un período mínimo de
7 días a temperatura y humedad controladas, sin que se hayan empleado en su
elaboración grasas o proteínas no provenientes de la leche.”
Además de la pasteurización, este tipo de queso
también especifica su composición microbiológica que incluye Staphylococcus
aureus, Escherichia coli, y establece límites seguros sobre la
presencia de coliformes. Esta especificidad exige a los queseros un
control minucioso de los microorganismos, por lo que tienen que comprar
levaduras cultivadas en industrias especializadas, muchas veces provenientes de
otros países. Aunque la pasteurización de los quesos reduce la presencia de
microorganismos, no garantiza que sean completamente inocuos (Aristegui
Noticias, 2023). Del mismo modo, el consumo de queso artesanal no implica
necesariamente riesgo de contaminación.
Fotografía
4. Levaduras francesas utilizadas para la elaboración de
queso Tipo Chihuahua. Autoría propia.
A través del tiempo, las producciones artesanales de
queso han desarrollado técnicas efectivas de control microbiano, como el
secado, la adición de sal y la creación de entornos adecuados para propiciar o
detener su fermentación y maduración. Algunos ejemplos de quesos altamente
valorados por sus perfiles sensoriales únicos son el parmesano, gorgonzola,
comté, roquefort y gruyère, cuyos sabores y texturas reflejan no solo su
procesamiento artesanal, sino también la profunda relación entre los
productores y sus territorios. En México, destacan el queso cotija, el doble
crema de Chiapas y diversos quesos rancheros, elaborados con distintas
leches y caracterizados por su toque salado, el cual inhibe el desarrollo
microbiano y contribuye a su conservación.
En México, los conocimientos tradicionales no han sido
promovidos ni fortalecidos a través de políticas públicas, ya que se ha
privilegiado la adopción de modelos industriales con tecnologías avanzadas,
pero poco accesibles para los pequeños productores. Esta tendencia responde a
una visión política centrada en el higienismo y la modernización, en la que las
prácticas artesanales han sido relegadas ante los estándares de producción
masiva. En este contexto, el queso Chihuahua, al igual que muchos otros alimentos
mexicanos, ha sido definido bajo criterios higienistas. Sin embargo, esta
perspectiva no solo obedece a cuestiones sanitarias, sino que también está
atravesada por factores económicos, materiales y políticos que determinan su
producción y comercialización.
Fotografía
5. Parte de la infraestructura quesera de Eloísa. Autoría
propia.
Los descubrimientos de Louis Pasteur marcaron un hito
en la higiene pública, dando lugar a la implementación de reglamentos y medidas
sanitarias cuya eficacia ha sido ampliamente debatida. La aspiración a una
sociedad totalmente inocua derivó en un modelo de ansiedad, vigilancia e
intervención, donde los riesgos industriales y los desastres ecológicos
quedaron en segundo plano frente a la obsesión por una desinfección masiva de
los espacios y la sociedad (Corbin, 1987).
La pasteurización requiere una infraestructura
tecnológica especializada que incluye equipos de acero inoxidable, calentadores
y enfriadores. Sin embargo, su costo suele ser elevado, lo que dificulta su
acceso para pequeños productores en contextos rurales y semi-rurales. Esta
barrera tecnológica complica la inserción de las producciones artesanales
dentro del mercado formal, limitando su competitividad frente a la industria
láctea a gran escala. Siguiendo esta idea, la pasteurización, más allá de ser
una técnica térmica para eliminar microorganismos, representa una forma de
exclusión de otros conocimientos tradicionales sobre el manejo y control
microbiológico, desplazando prácticas ancestrales que han sido fundamentales en
la producción artesanal de alimentos.
Ante este panorama, surge la pregunta: ¿cómo han
logrado las pequeñas producciones de queso Chihuahua integrarse al mercado
formal?
Fotografía
6. La "Kendra", vaca lechera de Alfredo Acosta.
Autoría propia.
De la artesanalidad a la micro industria casera
Hasta 2010, la producción de quesos en Jiménez se
realizaba de manera artesanal, sin pasteurización y sin la infraestructura
requerida para este proceso. Sin embargo, con la llegada de una reforma
sanitaria, se estableció la exigencia de pasteurizar el producto, lo que
provocó el cierre de queserías.
Paralelamente, algunas industrias lecheras del estado
comenzaron a presionar al gobierno, promoviendo medidas que obligaran a los
pequeños productores a pasteurizar sus quesos. Como resultado, la Cofepris
intensificó las supervisiones en las queserías artesanales, imponiendo nuevas
regulaciones que transformaron el panorama de la producción local.
La quesería de Eloísa fue clausurada en 2011 por no
pasteurizar: “Era el conejillo de indias, nomás a mí me agarraban, pero sí
venían inspecciones. Era la primera en ser señalada (…) porque lo que hacían
servía para que los demás se dieran cuenta” (Eloísa Acosta, comunicación
personal, 2025). A partir de esto varios queseros locales comenzaron a
organizarse para cumplir con las exigencias sanitarias: adquirieron tinas de
pasteurización lenta, pero este sistema era complicado y generaba grandes
consumos de gas y hielo, por lo que la mayoría optó por un sistema de
pasteurización rápida.
Finalmente, en 2014 durante la administración de César
Duarte, la Secretaría de Desarrollo Rural impulsó un programa para reactivar la
transición quesera otorgando pasteurizadores a los queseros de la región. Este
cambio dio paso a un modelo de microindustria casera que modificó la
infraestructura quesera, la forma de hacer quesos y a los quesos mismos. Este
modelo productivo incrementó los costos de producción del queso y el trabajo
para su elaboración.
Fotografía
7. Eloísa Acosta. Autoría propia.
La casa de Eloísa ha incorporado un pasteurizador
rápido con capacidad de 1,000 litros, una tina para cuajar la leche a baño
maría, una prensa de pistón eléctrica con capacidad para doce moldes, una mesa
de trabajo de acero inoxidable, un agitador de leche, dos liras para cortar la
cuajada, dos congeladores, una vitrina, un refrigerador, una báscula y una tina
para requesón. Para la limpieza diaria de este equipo, se utilizan
aproximadamente 700 litros de agua, junto con jabón, cloro, sosa cáustica y ácido
nítrico para el lavado del pasteurizador.
Estos cambios en la infraestructura quesera han
generado implicaciones económicas y productivas que deben ser analizadas en
relación con sus efectos sobre las dinámicas locales. Sin embargo, también
plantean riesgos ambientales y sanitarios, debido al uso de sustancias químicas
tóxicas en los procesos de limpieza. En este sentido, las normas no contemplan los
riesgos para la salud de los pequeños productores, ni el impacto de los
residuos contaminantes en el entorno.
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8. Flores de cempasúchil silvestre en la Hacienda de Dolores.
La producción quesera en Chihuahua, como muchas otras
actividades agroalimentarias, se encuentra en un punto de inflexión dentro del
Antropoceno, donde los cambios ambientales y la intervención humana han
redefinido la relación entre la producción, los recursos naturales y la
identidad cultural. La escasez de agua en Jiménez y la región es un reflejo de
esta crisis, obligando a los agricultores y productores a innovar en sus
prácticas para enfrentar la disminución de recursos hídricos.
Sin embargo, las respuestas políticas a estos desafíos
han favorecido un modelo de modernización tecnificada, alineado con una visión
higienista que privilegia la pasteurización y la industrialización, dejando
fuera alternativas más sostenibles. La identidad del chihuahuense,
profundamente arraigada en el desarrollo industrial, ha impulsado una
transformación que desplaza la producción artesanal, ignorando conocimientos
tradicionales que podrían contribuir a modelos de higiene más eficientes y
menos dependientes de infraestructura costosa y altos consumos de recursos.
Ante este panorama, resulta fundamental replantear las
políticas públicas para estandarizar la higiene a través de métodos menos
tecnificados y más accesibles, que permitan a los pequeños productores mantener
sus prácticas sin comprometer la calidad ni la seguridad alimentaria. La
sostenibilidad de la producción quesera no solo depende de la regulación
sanitaria, sino también de la capacidad de adaptarse a las crisis ecológicas
sin marginar a quienes han sostenido este conocimiento por generaciones. En el
contexto del Antropoceno, garantizar la continuidad de estos saberes es una
forma de resistencia, una apuesta por la diversidad de modelos productivos
frente a la creciente presión por la homogenización industrial.
Referencias:
Aristegui Noticias. 2023. "Hallan heces humanas
en quesos artesanales vendidos en CDMX." Aristegui Noticias, 4 de
octubre de 2023.
https://aristeguinoticias.com/0410/mexico/hallan-heces-humanas-en-quesos-artesanales-vendidos-en-cdmx/
Corbin, Alain. 1987. El perfume o el miasma: El
olfato y lo imaginario social, siglos XVIII y XIX. México: Fondo de Cultura
Económica.
Dirección General de Normas. 1985. Norma Mexicana
NMX-F-209-1985 Alimentos - Lácteos – Queso Tipo Chihuahua. México:
Secretaría de Comercio y Fomento Industrial.
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